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LOS ASTRÓNOMOS QUE RASTREAN EL ESPACIO EN BUSCA DE 'NAVES' QUE LOS GOBIERNOS OCULTAN

LOS ASTRÓNOMOS QUE RASTREAN EL ESPACIO EN BUSCA DE 'NAVES' QUE LOS GOBIERNOS OCULTAN

Miles de observaciones astronómicas de unos aficionados desvelan el origen de diversos fenómenos espaciales

Scott Tilley analizaba frecuencias de radio en busca de algún rastro del satélite secreto estadounidense Zuma, lanzado por la empresa SpaceX hacía unas semanas. Este astrónomo aficionado no encontró pistas sobre el misterioso dispositivo —que al parecer se habría precipitado sobre la Tierra al salirse de su órbita—, pero sí detectó señales provenientes de otro objeto. Se trataba de IMAGE, un satélite científico de la NASA que la agencia consideraba muerto desde 2005, cuando perdió el contacto con su explorador espacial. Después de que el canadiense contactara con la institución, esta acabó por confirmar el hallazgo y comprobar que, efectivamente, el aparato seguía vivito y coleando.

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Como Tilley, otros muchos amantes de la astronomía ávidos de desvelar misterios espaciales rastrean el cielo en busca de satélites secretos, basura espacial o cualquier otro objeto de procedencia desconocida. Forman parte de la lista de correo SeeSat-L, a la que pertenece el canadiense, que congrega a aficionados de todo el mundo desde 1994. "En cualquier momento, hay alrededor de una veintena de personas que realizan observaciones ópticas y análisis de señales de radio, así como otro tipo de estudios o desarrollan programas. Contribuyen según sus intereses, habilidades y su disponibilidad", explica a Teknautas el también canadiense Ted Molczan, uno de los miembros más antiguos del colectivo y responsable de la lista desde 2002, aunque no tienen un líder ni una organización clara.

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El interés de Molczan por el espacio despertó en su adolescencia y, como el resto de sus colegas, es autodidacta. Utiliza prismáticos para rastrear todo tipo de satélites y ha elaborado un catálogo de objetos que han caído a la Tierra. Entre todos los miembros de SeeSat-L realizan al año alrededor de 21.000 observaciones, de las que unas 18.000 corresponden a satélites clasificados.

"Hemos detectado más de 400 objetos en órbitas secretas. La mayoría son satélites operativos, pero muchos están muertos, son restos de cohetes o basura espacial", señala Molczan, quien asegura que este tipo de dispositivos supone "la mayor prueba de destreza" para cualquier observador 'amateur'. Los identifican tanto con búsquedas escrupulosas como con avistamientos fortuitos.

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Cuando encuentran un objeto cuya trayectoria no coincide con ninguna ruta conocida y catalogada, es muy probable que se trate de una misión secreta. "Entonces intentamos relacionar su órbita con la de algún lanzamiento de un satélite", indica el canadiense, aunque también puede tratarse de otros objetos secretos clasificados, como etapas superiores de cohetes o componentes de estos.

Según Molczan, pueden encontrar un satélite espía en cuestión de días u horas después de su lanzamiento. "Es muy raro que no los detectemos", subraya. Lo cierto es que los gobiernos no ocultan la existencia de este tipo de aparatos —Zuma protagonizó artículos en medios internacionales—, pero sí toda la información que los rodea, así como los datos sobre su órbita.

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"Las misiones clasificadas son una parte importante de nuestra historia de conquista del espacio, pero una que permanece oculta al conocimiento público", sostiene el holandés Marco Langbroek, otro de los miembros de la lista de correo. Por eso ve necesario documentar los proyectos secretos, "independientemente de quienes desean controlar qué parte de esta información histórica sale a la luz", asegura.

Aunque todo el mundo conoce la labor de la NASA, poca gente sabe de la actividad de la Oficina Nacional de Reconocimiento (NRO), una agencia espacial dependiente del Departamento de Defensa estadounidense que, para Langbroek, ha marcado la historia de la exploración espacial más profundamente. "Los programas espaciales de varios países han nacido a partir de iniciativas secretas", dice el holandés. "El Hubble no existiría de no ser por los satélites de vigilancia de los programas Corona y KENNAN impulsados por la NRO".

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Por todas estas razones, Langbroek se considera, junto con sus colegas, un arqueólogo espacial que escribe "una historia que de otra forma permanecería oculta". Asimismo, cree que juegan un papel fundamental en la transparencia de las actividades de los gobiernos. Informan a los ciudadanos sobre dónde va el dinero de sus impuestos y sobre acontecimientos que tienen que ver con el panorama geopolítico mundial. En enero de 2016, el parlamento de los Países Bajos invitó a Langbroek a participar como experto en una reunión sobre la tragedia del vuelo 17 de Malaysia Airlines.

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En su labor de arqueología cósmica, los miembros de SeeSat-L también tienen amplia experiencia detectando restos de dispositivos enviados al espacio y satélites moribundos. "Es fácil estar seguro de la salud de un satélite a partir de observaciones", indica Molczan. Entre los posibles signos de su deterioro se encuentran desviaciones de su órbita, desajustes en su posición o la aparición de polvo en sus inmediaciones.

Redacción Un Mundo de Misterio

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